viernes, 23 de septiembre de 2011

Valencianos perdidos en Barcelona

Álex quiere ser músico,
y se le come por dentro la mugre
esa mancha como de alga venenosa,
 no saber qué hacer con el talento.
Y en el mientras tanto de un cigarrillo
el pulso de mil aceras se rebela contra nosotros,
se ha roto en dos la calzada,
Y Teresa con los ojos presentes,
inquietud en fuga,
construye el retablo de lo que va a ocurrirnos,
inventar una ciudad desde el principio,
desabrochar sus semáforos
 el óxido encendido de sus labios.
Ella se dobla sobre sus límites,
retrocede en la conquista y dice:
todo lo que ves será nuestro algún día.
Así, temeraria, su nuca de ceniza improvisa una danza
con hambre de  cosas que aún no tienen nombre,
y la marca en el cuello que no olvida su explosión,
una maleta de olvido y otra de nieve,
el precipicio que traen los carteles luminosos de las ciudades,
cuando aún no se ha conquistado su arrecife inoportuno de domingos.
Como Alan cuando se tumba en los portales para decir:
Si yo no proyecto sueños, nada sucederá.
Y yo veo los sueños bajar por los bordillos;
doblar esquinas, cruzar avenidas,
callejear desorientados
como saliva que no está prevista...
y les susurro a los sueños que aun no, hoy, todavía...

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