viernes, 4 de noviembre de 2011

los ojos que se tragan la lluvia de los otros

Entre tu luz y el gesto perplejo de las lunas
prefiero la maceta llena de hormigas,
o la ciudad que no se acuerda de que es inhabitable.
La longitud de una electricidad conocida,
o tu presencia.
El peso exacto de las manos
protegiendo una desnudez imaginaria
o tu sombra sugiriendo una bañera.
La danza de algunas despedidas
cuando al decir adiós también dices:
me asesino.

jueves, 3 de noviembre de 2011

los cadáveres también tienen su manera de expresarse

No dieron sus nombres.
Sólo dijeron que su aliento había sido concluyente.
El ombligo servía como respuesta.
Sus sueños siempre transcurrían en espacios cerrados.
A ella le daban miedo las alturas,
a él, los horizontes.
Ella bebía ron barato y solía llamarle baby
casi siempre forzando la voz para que pareciera más grave.
Él fumaba lucky strike y a veces era sonámbulo.
No sabían cocinar ni acostumbraban a pagar en los moteles,
a veces hablaban del futuro,
que normalmente consistía en comprar una caravana.
Acabaron en una morgue que es dónde acaban los locos
que todavía le guardan algún respeto a sus impulsos.
Sus cuerpos intactos eran medias frutas recién cortadas del árbol.
El destino no muerde. Sólo abriga a quién se expone demasiado a sus fauces de plata.
No dieron sus nombres.
Pero debían sonar como el animal indio,
 extinguido,
en una llanura de almendras.