lunes, 25 de abril de 2011

Cae la noche en las pupilas

Sin apetito
y esos ojos eternamente dibujados
en las palmas de mis manos
pestañas que caen despacio
como se desprenden las flores
de lo peor de sí mismas.

Palideces
y hablas de geometría errónea
las curvas que tenemos y nos quitan
la distáncia entre cadera y planta del pie.
Como si quisieras todavía construirnos
en el alma de arcilla, moldeable
para ser quiénes en realidad hemos sido.

Y yo en tanto pienso
que todo duele si pronuncio tu nombre
pero no tengo otro socorro que sus sílabas,
espejo o precipicio
costal o trinchera.

Tu quieres creer que el cuerpo nos descubre
nos impide marcharnos en cuclillas
Yo sé que el cuerpo nos desborda y es asfixia
un territorio escuelto
en el que no aprendimos a quedarnos.

Vendrán de nuestro lado
y algún día se ahogarán en nosotras
nombres de rostro grave que se atarán a tus pies
lodo infecto de futuro se cernirá sobre tus ojos,
y no habrá ya más pestañas, ni línea sublime de tus cejas
ni corona en el pecho
ni boca de sangre y noche.

Tu dices:
Sin embargo, todo es posible todavía.
Yo finjo creerte y consiento.
Porque sólo sé darte certeza
saludarte con memoria en los labios,
no puedo negarte ni el principio de mentira
cuando susurras en el centro del invierno:
-Quédate.

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