Todos habíamos leído recientemente El Perfume de Suskind y nos creíamos dueños de un secreto. La vida pasaba como un fotograma para los demás pero se tornaba esférica en nuestras manos. Teníamos derecho a deformar los sentidos hasta hacerlos espesar : cada objeto y cada estado de ánimo tenían un olor, como tenían un nombre. No sólo era una marca que les daba origen, era también un indicio de significado.
La noche en la ciudad olía a azufre horizontal, Inés olía a sábanas limpias, Bob Dylan a violetas oxidadas, Jorge a jersey de lana viejo guardado mucho tiempo en el armario, Martín a tierra revuelta antes de la tormenta, las películas de Wim Wenders olían a gasolina, Kurt Kobain olía a agua salada, Oscar a biblioteca, Marta olía a gato que duerme,Carlos a pólvora guardada en los bolsillos, Berta a mermelada de fresa, los bares que frecuentábamos olían a vidrio quemado, Juan olía a telescopio, el sexo olía a leche, la droga olía a metal, Almudena olía a sangre. Almudena, que era una bendita hija de puta decidió que yo no tenía olor.
La noche en la ciudad olía a azufre horizontal
ResponderEliminareso
y después hablar de Dylan
Nuestro Cobijo contra la tormenta, Carlota
Como me ha gustado lo de "Marta olía a gato que duerme" :)
ResponderEliminarCreo que se ha ocurrido una idea para un relato...
:***
Alhy